Es un viernes de primavera, apetece salir a pasear con mi nieto, su abuela y yo andamos orgullosos mostrando al mundo nuestro primer nieto. Está sentado en su cochecito manifestando su fortaleza, mueve los brazos jugando con los muñecos pagados a la barra protectora, tira fuerte de ellos, suerte que estan bien cogidos. Sus piernas juguetonas se mueven como si quisieran dar pelotazos, es todo vitalidad. De repente se para, se gira mirándome con sus ojos azules y me envia una sonrisa tierna y dulce de felicidad. Solo los bebés sonrien de esta forma , no tienen maldad, no la conocen aun, tienen toda una vida por delante. Me siento feliz de empujar su cochecito.
De frente se acerca otro cochecito, también tiene cuatro ruedas, lo empuja un chico joven, casi un niño, sentado un hombre mayor de pelo canoso, debe de ser su abuelo, sus manos inmóviles, superpuestas, quietas, sin movimiento. Sus piernas inertes con las rodillas pegadas para no caerse del peldaño que las aguantaba. Sonreía, era feliz, su nieto le empujaba y guiaba el cochecito de la misma forma que él lo había hecho años atrás. El abuelo quiere girar la cabeza y enviarle una sonrisa, pero no puede, su cuerpo enfermo no se lo permite, pero sabe que su nieto percibe esta sonrisa escondida.
Nos cruzamos con los dos cochecitos, mi nieto no me mira pero yo le digo silenciosamente, chaval hoy por tí mañana por mí.
Que bonito verte crecer, por tí y por mí....
jueves, 5 de junio de 2008
Mi fiel amigo...
No te fuimos a buscar, te encontraron, no tenias dueño, no nos conocías pero pronto nos quisistes. Eras joven apenas tenías tres meses pero muchas ganas de vivir, tenías mucho pelo parecías un osito, tus pezuñas eran grandes, te gustaba jugar, eras incansable, corrías, saltabas, todo lo mordías, te convertistes en el mejor juguete de la família.
Te teníamos suelto pero amarrado a la vez, cuando veías una puerta abierta intentabas salir y correr, difícil nos lo ponías para cogerte, tan joven y fuerte eras que una vez que no estábamos en casa saltaste la verja, suerte de un vecino que te cogió. Eras terrible con los gatos, mis hijos te inculcaron que eran tus enemigos había que ir a por ellos y siempre que veías uno os pegabaías unas carreras de órdago, nunca pillastes a ninguno pero más de uno se pasó horas subido a un arbol. Fuiste creciendo, te volviste más sosegado, corrías menos pero eras más astuto, te acercabas silenciosamente a los pájaros, cuando los tenías a tu alcance levantabas tu gran pezuña y con un certero golpe los matabas, no hacías nada más, matabas porque tu instinto te lo pedía. A mí me causan repugnancia estos pequeños reptiles que en verano salen por la noche a comer insectos, cierto día uno entró en el recibibor, corría mucho, estaba en la pared a medio metro del suelo, como si lo supiera pegó un salto y con el morro de un solo golpe lo mató. Me miró como aquel que salvó a su dueño, sabía que me había hecho un favor.
Pasaron los años, como todos te hiciste mayor, tu obsesión era salir a pasear, me venías a buscar y con la mirada me pedías que te sacara, alguna vez me tirabas del pantalón y si no accedía a tu petición me ladrabas como si me estuvieses riñiendo, casi siempre te hacía caso, cuando veías mi gesto de aprobación me traías la correa con la boca, me sonreías.
Sabías que era tu amo, me querías a tu manera, pero me querías, eras muy tozudo, pero me hacías caso, te convertiste en un gran amigo.
Cierto día, volviendo de un paseo te fallaron las patas, te desplomaste, te costó levantarte pero al final lo conseguiste, era el principio del final. A partir de ese día tu caminar ya no era seguro, de vez en cuando te caías, te medicamos, al principio hizo su efecto, te reconfortaste, pero como siempre la enfermedad te fué venciendo, tenías una enfermedad degenerativa de tus músculos. De tu barraca a la puerta de la calle había unos veinte metros, siempre de joven, de adulto, de viejo, cuando me veías entrar corrías a recibirme, llegaba tu amo, te alegrabas, eras solo un perro pero tenías sentimientos.
Tu último año de vida fué muy duro para tí, solo te sostenían tus patas de lanteras, las traseras las ibas arrastrando, sufrías cada paso que dabas, pero cuando me veías entrar te levantabas, arrastrabas las piernas, te caías, te volvías a levantar, así hasta que nos encontrábamos y te acariciaba tu cabeza, el esfuerzo había valido la pena. Así, un día y otro como queriéndome decir hay que sufrir hay que luchar por lo que quiero, si me caigo me vuelvo a levantar, quiero vivir. El veterinario decía que igual había que sacrificarlo, me resistí, el animal nos estaba dando un ejemplo de fidelidad a sus amos, quería estar con nosotros y por esto luchó hasta que su respiración se paró, su enfermedad le atacó los músculos pectorales reduciendo su capacidad respiratoria.
Que enfermedad más rara, degenera la fuerza de los músculos.
Que gran mensaje me dejó, lucha, si te caes vuelve a levantarte, una y otra vez, no te desanimes, confía en tu família.
Adios WOLF......
Te teníamos suelto pero amarrado a la vez, cuando veías una puerta abierta intentabas salir y correr, difícil nos lo ponías para cogerte, tan joven y fuerte eras que una vez que no estábamos en casa saltaste la verja, suerte de un vecino que te cogió. Eras terrible con los gatos, mis hijos te inculcaron que eran tus enemigos había que ir a por ellos y siempre que veías uno os pegabaías unas carreras de órdago, nunca pillastes a ninguno pero más de uno se pasó horas subido a un arbol. Fuiste creciendo, te volviste más sosegado, corrías menos pero eras más astuto, te acercabas silenciosamente a los pájaros, cuando los tenías a tu alcance levantabas tu gran pezuña y con un certero golpe los matabas, no hacías nada más, matabas porque tu instinto te lo pedía. A mí me causan repugnancia estos pequeños reptiles que en verano salen por la noche a comer insectos, cierto día uno entró en el recibibor, corría mucho, estaba en la pared a medio metro del suelo, como si lo supiera pegó un salto y con el morro de un solo golpe lo mató. Me miró como aquel que salvó a su dueño, sabía que me había hecho un favor.
Pasaron los años, como todos te hiciste mayor, tu obsesión era salir a pasear, me venías a buscar y con la mirada me pedías que te sacara, alguna vez me tirabas del pantalón y si no accedía a tu petición me ladrabas como si me estuvieses riñiendo, casi siempre te hacía caso, cuando veías mi gesto de aprobación me traías la correa con la boca, me sonreías.
Sabías que era tu amo, me querías a tu manera, pero me querías, eras muy tozudo, pero me hacías caso, te convertiste en un gran amigo.
Cierto día, volviendo de un paseo te fallaron las patas, te desplomaste, te costó levantarte pero al final lo conseguiste, era el principio del final. A partir de ese día tu caminar ya no era seguro, de vez en cuando te caías, te medicamos, al principio hizo su efecto, te reconfortaste, pero como siempre la enfermedad te fué venciendo, tenías una enfermedad degenerativa de tus músculos. De tu barraca a la puerta de la calle había unos veinte metros, siempre de joven, de adulto, de viejo, cuando me veías entrar corrías a recibirme, llegaba tu amo, te alegrabas, eras solo un perro pero tenías sentimientos.
Tu último año de vida fué muy duro para tí, solo te sostenían tus patas de lanteras, las traseras las ibas arrastrando, sufrías cada paso que dabas, pero cuando me veías entrar te levantabas, arrastrabas las piernas, te caías, te volvías a levantar, así hasta que nos encontrábamos y te acariciaba tu cabeza, el esfuerzo había valido la pena. Así, un día y otro como queriéndome decir hay que sufrir hay que luchar por lo que quiero, si me caigo me vuelvo a levantar, quiero vivir. El veterinario decía que igual había que sacrificarlo, me resistí, el animal nos estaba dando un ejemplo de fidelidad a sus amos, quería estar con nosotros y por esto luchó hasta que su respiración se paró, su enfermedad le atacó los músculos pectorales reduciendo su capacidad respiratoria.
Que enfermedad más rara, degenera la fuerza de los músculos.
Que gran mensaje me dejó, lucha, si te caes vuelve a levantarte, una y otra vez, no te desanimes, confía en tu família.
Adios WOLF......
martes, 20 de mayo de 2008
El tren de las 10 horas y treinta minutos ...
Uno de los ejercicios fisicos que me propuse fué andar dos horas cada día. Salgo de mi casa sobre las nueve de la mañana, tengo varios itinerarios, posiblemente mi preferido sea subir por la carretera hasta el puente de Esplugas, continuar por la ciudad satélite, bajar hasta el Parque de Can Mercader, El Corte Inglés, Avda. Ferrocarriles Catalanes, el castillo de Cornellà y de nuevo en mi casa. Para llegar al parque hay que bajar por la torre de la Miranda por unos jardines paralelos a la via del tren, por cierto no hay ninguna valla metálica de protección, hay personas que de una forma temeraria cruzan las vias, más de una vez el tren les pita anunciandoles su presencia. Cuando coincidimos, él por su via y yo por mi camino, se siente el viento como si te quisiera atraer y uno piensa, que rápido.
Hay quien me aconseja que escuche música, pero no, mientras camino mi mente no para de pensar, en el ayer, en el hoy, en el futuro, en vivencias de mi vida, en mi familia. Que gran familia tengo, todos me dan su apoyo, su ánimo, cada uno de una forma distinta pero todos con el mismo cariño, saben lo que tengo, no me lo recuerdan para no entristecerme, pero me transmiten en silencio que cuando llegue lo peor todos estaran conmigo.
Que gran familia, por ellos debo luchar hasta el final, vencer a la enfermedad si es posible, se lo merecen. Debo vivir para ellos, porque ellos viven para mí.
Pasa de nuevo el tren, que rápido...
Que gran familia tengo...
Hay quien me aconseja que escuche música, pero no, mientras camino mi mente no para de pensar, en el ayer, en el hoy, en el futuro, en vivencias de mi vida, en mi familia. Que gran familia tengo, todos me dan su apoyo, su ánimo, cada uno de una forma distinta pero todos con el mismo cariño, saben lo que tengo, no me lo recuerdan para no entristecerme, pero me transmiten en silencio que cuando llegue lo peor todos estaran conmigo.
Que gran familia, por ellos debo luchar hasta el final, vencer a la enfermedad si es posible, se lo merecen. Debo vivir para ellos, porque ellos viven para mí.
Pasa de nuevo el tren, que rápido...
Que gran familia tengo...
lunes, 19 de mayo de 2008
Una más, la ultima...
Junto con el Rilutek me recetaron tres capsulas al día de vitamina E. Al mes aproximadamente apareció una pequeña erupción en la piel de mi mano, no recuerdo en cual de ellas. Llamamos a mi doctora de Bellvitge, me da hora para el mismo día. Me observa la mano, era el primer caso, debía ser una reacción debida a uno de los dos medicamentos, pero cual ? Prefiere que me vea la doctora especialista del departamento de dermatología. Su diagnóstico coincide con la doctora que lleva mi enfermedad, posiblemente sea debido a un exceso de vitamina E. Finalmente me visita el director jefe del departamento de neurología, su visita fué muy importante para mí. Me hizo quitar la ropa, examinó todo mi cuerpo, daba toques en mis extremidades superiores, inferiores, en el pecho, la espalda y una vez terminó me dice: Vd. de joven debió haber hecho mucho deporte, sí le respondo, jugué a baloncesto, tenis. A pesar de su enfermedad está fuerte, su evolución en la enfermedad será lenta, aunque para mí sea lenta para Vd. será rápida. Le pregunto cuanto de lenta, no puede contestarme, depende de mí cuerpo. Y yo me pregunté, que puedo hacer? No lo sé, fué la primera vez en mi vida que no tenía una respuesta. Aquella sensación de impotencia se transformó en rábia, odio, no podía solucionar mi problema. Como respuesta mis ojos rompieron a llorar, pero esta vez no fué por debilidad, fué como la erupción de un volcan que escupe
todo su odio. El doctor, conocedor de estas situaciones, pegó un fuerte golpe en la camilla, mi reacción fué inmediata, se apagaron las lagrimas.
La solución a la erupción cutánea fué una dósis menos al día de vitamina E. Se me fué.
Llegamos a casa, me miré en el espejo, recordé las palabras del doctor, me reí, no sé porqué, pero sí me juré a mi mismo tres cosas, nunca más lloraría, nada ni nadie me privaría de reir siempre y que lucharía contra la enfermedad haciendo ejercicios físicos como cuando hacía deporte, pero con el asesoramiento de una fisioterapeuta. Cada día los hago, la evolución continua siendo lenta.
A Dios rogando y con el mazo dando.
todo su odio. El doctor, conocedor de estas situaciones, pegó un fuerte golpe en la camilla, mi reacción fué inmediata, se apagaron las lagrimas.
La solución a la erupción cutánea fué una dósis menos al día de vitamina E. Se me fué.
Llegamos a casa, me miré en el espejo, recordé las palabras del doctor, me reí, no sé porqué, pero sí me juré a mi mismo tres cosas, nunca más lloraría, nada ni nadie me privaría de reir siempre y que lucharía contra la enfermedad haciendo ejercicios físicos como cuando hacía deporte, pero con el asesoramiento de una fisioterapeuta. Cada día los hago, la evolución continua siendo lenta.
A Dios rogando y con el mazo dando.
martes, 13 de mayo de 2008
Solamente una vez...
La doctora con una prudencia extremada, pero de una forma muy clara, nos iba explicando lo delicado de la enfermadad. Si no hubiese sido por lo que ya conocíamos posiblemente no nos hubiese parecido tan cruel. Al ser una enfermedad degenerativa, incluso creo hubiese dosificado las explicaciones a medida que esta fuese avanzando, por lo menos a mi, no a los familiares, pues en estos casos se les explica toda la verdad y creo que debe ser así. Con una gran serenidad Carmen y yo la estábamos escuchando. A Carmen se le nublaron los ojos, pero las lagrimas no llegaron a caerse por sus mejillas, como siempre aguantó, es fuerte.
Salí del despacho de la doctora con la etiqueta de enfermo crónico de E.L.A., con una receta para recoger en la farmacia de Bellvitge las primeras pastillas de Rilutex.
Fué el día más triste de nuestras vidas. Cae la noche, llega el sueño, pero como si el frescor de las sabanas rompiese la tensión de todo el día nuestro cuerpo y nuestra mente se debilitan de golpe, es como pasar de cien a cero.
Ya no podemos contener las lagrimas, como un pantano a rebosar caen por nuestras mejillas, con una pregunta sin respuesta, la de siempre, porqué yo.
Lentamente vamos hablando, mientras el pantano se va vaciando. Una vez vacio nos proponemos no caer de nuevo en la debilidad, no llorar más, solo siendo fuertes venceremos, unidos siempre para lo bueno y para lo malo.
Dormimos toda la noche, al día siguiente como todos los días hasta hoy nos sentímos fuertes, fisicamente y mentalmente.
Solamente una vez lloré...
Salí del despacho de la doctora con la etiqueta de enfermo crónico de E.L.A., con una receta para recoger en la farmacia de Bellvitge las primeras pastillas de Rilutex.
Fué el día más triste de nuestras vidas. Cae la noche, llega el sueño, pero como si el frescor de las sabanas rompiese la tensión de todo el día nuestro cuerpo y nuestra mente se debilitan de golpe, es como pasar de cien a cero.
Ya no podemos contener las lagrimas, como un pantano a rebosar caen por nuestras mejillas, con una pregunta sin respuesta, la de siempre, porqué yo.
Lentamente vamos hablando, mientras el pantano se va vaciando. Una vez vacio nos proponemos no caer de nuevo en la debilidad, no llorar más, solo siendo fuertes venceremos, unidos siempre para lo bueno y para lo malo.
Dormimos toda la noche, al día siguiente como todos los días hasta hoy nos sentímos fuertes, fisicamente y mentalmente.
Solamente una vez lloré...
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