viernes, 3 de agosto de 2012

LA MASCARA...


Recuerdo hace días estar sentado en mi sillón con los brazos apoyados en él, las piernas inmóviles pegadas al suelo y con mi eterna máscara que me facilita el poder respirar, pensar y sonreir en todo momento.

De repente veo entrar a mi sobrino de 5 años de edad y a su hermana de unos 3 años de edad, al llegar a mi altura los dos se pararon en seco quedando sorprendidos con la máscara pues es la primera vez que me veían en esta situación. Viendo su sorpresa, les hablé como siempre lo hacía, el niño de repente me dice ¿estás enfermo?, le dije que sí, que tenía dificultades para respirar y esta máscara me facilitaba el aire. Prolongué la conversación con temas propios de su edad, se creó un diálogo. Su hermana que se había situado ligeramente detrás de él avanzó y se situó delante de mi. Había conseguido que me viesen sin esta máscara que había provocado una desconfianza y un distanciamiento.

Una familiar mía con dificultades para expresarse y comunicarse siempre me dice el "nen" (niño en Catalán). Me gusta hacerla reir y también hacerla enfadar, cuya reacción es decirle a mi esposa que de broma me de un cachete, se ríe y de esta forma conseguimos pasarlo bien. Siempre al verme me daba un fuerte abrazo y un beso manifestando de esta forma su alegría. Hace días venía corriendo para darme un abrazo y al verme por primera vez con la máscara se paró y le preguntó a su madre el motivo de verme así. Si bien lo entendió, al sentarse no lo hizo tan cerca como en otras ocasiones, nuestras conversaciones tampoco eran tan fluidas. Al despedirse se acercó a mi, sin embargo no me dió su beso de despedida. La máscara lo había impedido. Así continuó durante algunas visitas. Con el tiempo volví a hacerla reir y enfadarse a la vez, hasta que un día se acercó a mi y me dió su beso de despedida. Se había roto el maleficio, por fin me veía sin la terrible máscara y volvimos a disfrutar de nuestro mutuo cariño.

Que pena que todos los humanos al nacer lo hagamos con nuestra máscara de dos caras, una para joder y la otra para que no nos jodan. Esta máscara nos priva de nuestra verdad, de nuestra sinceridad, que no exista la confianza entre nosotros, todo se transforma en un egoísmo propio sin pensar en los demás.

Que bonito sería quitarnos todos las máscaras y al igual que estos niños y esta chica con dificultades para comunicarse me han aceptado tal como estoy deberíamos encontrar entre todas las personas esta credibilidad que se ha perdido.

Fuera las máscaras.