sábado, 20 de abril de 2013

Mi limón ...

Como todos los días veo a través de los cristales de la ventana a mi limonero. El intenso color amarillo de sus cítricos contrasta con el brillo de sus verdes hojas.
Transcurría la primavera de 2011, cuando un familiar tuvo la simpática ídea de pintar una cara en un limón. Con un rotulador, definió los ojos, la nariz y la boca convirtiendo el fruto en una expresiva cara. Todos los días lo observo. Durante esta época del año, es cuando florece y aparecen los nuevos frutos.
Al poco tiempo, tuve la visita de mi ahijada, su esposo y sus hijas. Les llamó la atención la ídea y sin dudarlo, plasmaron sus caras en otros limones consiguiendo aumentar la familia.
Lo primero que hago todos los días, es ver sus caras con la sensación que me dan los buenos días. Desde el primer día, hay una cara que me seduce más que las demás. Es la que pintó mi ahijada. Sus grandes ojos me miran con admiración, sus labios parece que quieren hablarme. Empezamos a comunicarnos. Sin saber como, mis pensamientos van dirigidos a ella, recibiendo su contestación a todas mis dudas. Nuestro diálogo es cada vez más profundo. Pienso que es Dios que ha bajado a la tierra para estar más cerca de mi. El limonero se ha transformado en mi altar y el limón en una imagen.
Pasan los meses, el árbol se ha quedado sin limones, la mayoría de ellos han satisfecho las necesidades de mis visitantes. Los que se mantienen en sus ramas, empiezan a secarse. Los rasgos de sus caras se deterioran secándose y calléndose al suelo, excepto uno, el de mi ahijada, que ha perdido su color pero se mantiene en el árbol.
Cumplió su primer año y de nuevo en su segunda generación contrasta el color amarillo, con el oscuro de mi limón.
Llega el tercer año. De nuevo, se ha quedado solo viendo como aparece la nueva floración que hoy comparte su compañía.
Mi limón ha sufrido días de lluvia y sus gotas de agua, al igual que una esponja, hincharán su cuerpo aumentando su peso, y sin embargo continúa sosteniéndose en la rama. En los períodos de mucho viento, al igual que una veleta, se mueve hacia todos los lados y sin embargo de una forma increible, continua abrazado a su rama.
Todos los días, le doy las gracias por dejarme estar con todos vosotros. A veces pienso que se está aferrando a la rama de la misma manera que yo me aferro a la vida. Pienso que si algún día se cae, me puede llevar con él aunque estoy convencido que me dejará seguir con vosotros.
No es nada normal que un limón aguante tres años en el árbol cuando todos sus compañeros no lo han podido resistir.
Lo que os narro, no es un sueño, no es un cuento sino una realidad.
Os acompaño una fotografía en la cual se ve el deterioro de mi limón respecto a los de la tercera floración.
Os quiero