miércoles, 23 de abril de 2008

El 100 %...

Con la esperanza que nunca debe perderse, le presentamos el resultado de la resonancia. La observa, la analiza, no se atreve a levantar la vista, no hubiese hecho falta su respuesta, estaba claro, la ELA vivía dentro de mi, entró sin pedir permiso. A partir de aquí todo fué muy rápido. Me aconsejó que donde mejor podían tratarme era en la seguridad social, en el Hospital de Bellvitge. Como este doctor era particular, me remitió al neurólogo de la seguridad social, eran amigos, me entrega una nota a su atención y me dice, sin pedir hora entrega mañana esta nota directamente a la enfermera del doctor. Así lo hice, puedo imaginarme su contenido, de inmediato el doctor me recibe, observa mis fasciculaciones, lee la nota, no duda, me hace vestir, sin decirme nada coge el teléfono, marca un número, comunica, me dice que salga fuera de su despacho que en seguida esta conmigo. Pasan apenas diez minutos, entro de nuevo, me dice el doctor, mañana a las tres de la tarde te espera la doctora Povedano te hará nuevas pruevas. Me recibe la doctora, le enseño las pruebas del electromiograma, ve quien me lo ha hecho y lo tira a la papelera. Parece ser que tiene referencias del doctor cruel. Me indica me quite la ropa excepto el calzoncillo. Tumbado en una camilla empieza de nuevo el martirio, pinchazos en todo el cuerpo, pequeñas descargas eléctricas, un aparato que visualiza líneas, ruidos débiles y fuertes, comentarios con enfermeras que estaban aprendiendo y finalmente se termina la exploración. Por los comentarios escuchados deducí lo que ya sabía. Me cita para el cabo de tres días.
En la primera visita oficial con la doctora, confirma que tengo una esclerosis lateral amiotrófica, o sea la ELA.

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