viernes, 17 de septiembre de 2010

La realidad...

La realidad, nuestra realidad puede ser alegre o triste. Pero debemos tener la suficiente capacidad para transformar la tristeza en alegría.
Cuando me diagnosticaron la ELA mi realidad se entristeció, me quedaban entre dos y cinco años de vida. Duro golpe, no debía hundirme, hablé con mi mente, traté de explicarle mi realidad y lo duro que sería hasta el final. La verdad es que no me costó mucho devolverle la alegría pues respiraba con normalidad, mis brazos tenían la fuerza de siempre y mis piernas corrían en consonancia con mi edad. La convencí facilmente, pues mi vida seguía igual y mi estado de ánimos transmitía alegría para todos.
Han pasado casi cuatro años, me miro al espejo, ¡ Dios mío ! que distinta es mi realidad actual, donde está mi pecho musculoso, mis fuertes brazos, mi cuello rígido, lentamente doña ELA se los ha comido. Mi mente empieza a tambalear a entristecerse, ya no se acuerda de mi conversación, ha pasado mucho tiempo y el deterioro físico ha sido importante. Pienso que hay que reciclarla, actualizarla y prepararla para la evolución de la enfermedad.
Mi realidad es como un péndulo en movimiento con dos extremos, el pesimista, no merece la pena vivir y el optimista, lucha hasta el final. Dicen que los extremos se tocan, cuando esto sucede se pasa de un estado al otro muy rápidamente. Por este motivo debo huir de mis pensamientos extremos y pensar mi realidad y mi futuro cuando el péndulo esté parado. Que difícil es ponerlo en movimiento y decidir cuando quiero que se pare para decir, hasta aquí quiero llegar.
Por fin he aclarado mis pensamientos, por fin tengo claro el límite para poner fin al deterioro físico de mi cuerpo.
No tengo miedo a morir, es más, creo que es un privilegio poder decidir en que momento de tu vida deseas volar hacia la eternidad. Lo mas duro es pensar que te separas de tus seres mas queridos, pero te queda el consuelo de ser el tributo que hay de pagar por haber nacido.
Me siento feliz.